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11/27/2006

La Llamada


Es difícil comprender para mi mismo lo que es el Cor unum, tantas veces pronunciado en la vida de la Iglesia, pero tan pocas veces comprendido. A veces me paro a reflexionar sobre ello, largas horas en las que pienso, intento separar cada fragmento y estudiarlo por separarlo, pero se convierte en misión imposible. Intentar separar los miembros de un solo cuerpo para comprenderlo es más complicado. Si no, ¿para que sirve una mano sin cuerpo?, ¿un pie sin pierna?, ¿una cabeza sin cuerpo?... ¡Un solo cuerpo!

Cuando pienso en que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, me resulta imposible no ver a Dios como Padre. Un padre que quiere lo mejor para su hijo, por tanto ¿como extrañarse de hablar de la familia humana? Si somos hijos de un mismo Dios, somos hermanos y somos parte de esa gran familia. Poder comprender la familia humana, es tan fácil como mirar las sociedades que nos han precedido y las sociedades de las que somos parte hoy en día. Me resulta curioso como nosotros los hombres hemos buscado esa sociedad perfecta en la que todos pudiéramos ser parte y a la vez ser todos uno, ser esa familia humana. ¡Es curioso que a fin de cuentas el hombre que todo hombre esta llamado a ser parte de ese gran cuerpo, en definitiva de Dios mismo!

¿Y qué nos ha fallado durante tantos siglos para que aún sigamos buscando esa familia humana? ¡El amor!, sí, ¡el amor! El mandamiento principal, y a fin de cuentas el único. Sí, el único, como decía San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”. ¿Y porque entonces los otros mandamientos? Cabe preguntarse, si amamos de verdad, si nuestro amor es puro, si nuestro amor es verdadero.

¿Cómo investigar en un laboratorio sin conceptos, o sin tubos de ensayo?, existe una interdependencia mutua en la comunidad humana, hoy a flor de piel. Todo el día somos parte de una cadena que no para, y que muchas veces no pensamos en ella, es esa interdependencia mutua entre todos. Y no nos la planteamos porque no la vivimos desde el amor, no nos resulta útil porque no nos sentimos implicados de corazón, porque no lo sentimos como parte de nosotros mismos. Es cierto, que hoy en día tendemos a estar más unificados, las relaciones son mayores entre los distintos pueblos, pero si seguimos dejando el amor a un lado ¿de que sirve esa unión?, ¿de que sirve que la comunidad humana se una si no se ama?. Dejando el amor aparte, ¿Dónde queda esa sociedad humana?, ¿De que sirve buscar la última razón de la existencia humana si el hombre aborrece a otros hombres, o si el hombre niega su propia existencia?

Se pueden mencionar múltiples sociedades humanas, tantas que llenan estantes enteros de libros de historia. Diferentes pueblos que han hecho grandes cosas, grandes avances. Sin embargo, esas sociedades forman parte del pasado. Si algo ha unido al hombre fuera de leyes antiguas o nuevas, ha sido el amor. Y cuando ese amor se ha perdido, esa sociedad ha perecido.

El amor, que nos incita a esa unidad, no puede ser egoísta. Al contrario es caritativo, se goza de ser compartido. Porque si es un amor verdadero, no falla, se engrandece de ser único. Pero falta esa entrega, esa entrega en la que todos dudamos si darnos enteramente por la causa del amor, por ser parte de ese cuerpo al que estamos llamados. Es tan poderosa esa llamada, y a la vez tan imponente que nos deja perplejos ante una respuesta que solo puede ser sincera, ante una cuestión ¿Me amas?. No te puedes engañar a ti mismo, o por lo menos ante una cuestión tan profunda. Por mucho que la evites sigue rondando tu cabeza, esa vocación al amor, esa llamada a una realidad, en definitiva, a Dios mismo. AdP.

11/17/2006

Evangelicemos con las nuevas artes

El pasado fin de semana las diócesis de Getafe, Alcalá, Madrid y el Arzobispado Castrense –Provincia Eclesiástica de Madrid- iniciaron la denominada Misión Joven con la fiesta de la Semana Joven. Entre las cosas más interesantes del plan pastoral preparado, y una de las de más valor, es la idea de que los propios jóvenes sean los propagadores de la fe en sus ambientes: dar a conocer la figura de Cristo a sus compañeros y amigos. Esto supone que la Iglesia tiene que salir a la calle. Y así sucedió. Madrid se vistió de gala y el centro de la ciudad se convirtió en una fiesta de oración, cultura, espectáculo y color con un matiz indiscutiblemente cristiano.
Ahora, la pregunta, la cuestión que debemos hacernos si queremos llevar a cabo una iniciativa de tal envergadura, tan importante de misión a los jóvenes, “la esperanza de la Iglesia” –palabras de Juan Pablo II- es: ¿con qué herramientas, modos y métodos contamos que la modernidad nos ha puesto en el tapete de las nuevas generaciones y, así, llegar con profundidad a ellos?
Los jóvenes vivimos en una sociedad mediática, la universalmente mediatizada, donde se ha dado paso al sonido a ‘toa pastilla’, a la imagen con su mejor colorido, lo referido al mundo multimedia e interactivo, y todo ello, está copando los ranking de elementos o máquinas –conviene no olvidar, pues no sienten-, que captan más y mejor nuestra atención.
La Iglesia –obispos, sacerdotes, religiosos y laicos- debemos no olvidar su uso, no podemos descuidar la realidad que circunda a la evangelización en el siglo de la Wordl Wide Web y del mass media. Hay casos muy prácticos que se dan en los ambientes cristianos donde cabe y se hace necesario el uso de los elementos audiovisuales y los medios de comunicación, y más en la pastoral infantil o juvenil. Pero hay que ser cautos en el aprovechamiento de los mismos y será necesario el uso de nuestro criterio para comprobar si es oportuno o no, en cada caso, la posibilidad de introducirlos en las actividades.
Tenemos que darnos cuenta que, por gracia de Dios, existen estos avances y son un altavoz misionero de primera magnitud. Y el que no quiera ser consciente y ‘pase de todo’, lo mejor que podemos hacer es ponernos una capa negra sobre la cabeza –mejor que sea grande para que tape también los riñones y no cojamos frío, pues puede hacernos mucha ‘pupa’-, cerrar los ojos y dejar que vengan tiempos mejores.
Pero como yo no quiero ser de esos, sino que lo que va conmigo es ser un joven cristiano comprometido hasta los intestinos, invito y animo, a que cada cristiano lo sea también, y dejemos cabida a la creatividad y a las nuevas artes, para dar a conocer el Evangelio. Eso sí, no se dejen llevar por fantasías, que para nosotros, los periodistas y responsables de pastoral de la comunicación, todo esto nos importaría ‘un pimiento’ sino damos prioridad a la noticia más importante: la Verdad de que Cristo nos ama y que tenemos el deber de transmitirlo.

BENJAMÍN ROMERO SANTAMARÍA

11/15/2006

El rap de la misión

En honor a mis compis que rapean y no se creían que podía hacerse uno cristiano.
Misión Joven. Llevar a Cristo a donde tú estés...

Mira tío, me pides que escriba un rap
y yo te digo cristiano aquí va.
No es por dar lecciones,
pero esto me lo paso por el forro de los…, eh.
Todo, cuando es sentido,
cabe en este partido,
así que,
no me digas que de Cristo no ha sido.
Si quieres saber quién es,
nada más pregunta y yo te diré.
Le llamamos Jesús,
otros solo cuando hacen ‘achús’, Jesús.
Esto no solo es de santos,
sino de perros y gatos.
Ey tío, aquí está, ahí le ves,
únicamente tienes que creer.
Es difícil, ¿y qué no?
Piénsatelo, te tiene que tocar el corazón.
En muchos niños, pobres,
prostitutas y drogatas Él está.
Ey, qué pasa. ¿Tú eres de ‘Papa’?
¡Venga, vente a colaborar!
Él, tú y yo podemos volar a un mundo mejor
sólo necesitas saber planear.
Se féliz, no hagas mal,
no merece la pena ser ilegal
aunque Él te perdonará.
Ya decía un tal Pablo: ¡Ay de mí sino evangelizo!
Pues nada tío, vente conmigo
y te cuento lo que hizo.
Bueno, aquí lo dejo, pues ya he demostrado
que un rap cristiano es un consejo.
Buscar es querer,
querer es amar,
y si lo amas lo encuentras
pues es lo que anhelas.
Un saludo, mi querido amigo,
hasta otro día te digo.

BENJAMÍN ROMERO SANTAMARÍA