Powered by Blogger

7/27/2006

Quien a Dios tiene


Recuerdo que estaba turbado en un encuentro que tuve en San Pedro con las hermanas de la Caridad, solo de pensarlo ahora noto que una sonrisa brota de mi cara. Años antes, paseaba por una de las casas que tienen las hermanas en Roma, impasiblemente y sin pararme. Hoy en día, y tras ese encuentro en la basílica vaticana, cada vez que veo algo que las hace referencia me tengo que parar, surge en mí un escalofrió.

No he vuelto a ver a esas hermanas, tampoco me hace falta, las sonrisas que tenían en todo momento son imborrables, inquebrantables. Es una alegría que brota del interior, es como una llama que no se puede apagar. Mientras escribo estas letras, se que las hermanas están trabajando, por los más desfavorecidos, y a fin de cuentas por todos los que nos espantan las imágenes terribles de la pobreza y el hambre.

No puedo hablar sobre su trabajo, no lo conozco, se que no es una labor, si no una entrega en cuerpo y espíritu. Decía Juan Pablo II, que había muchas formas de mencionar a Dios sin tener que utilizar su nombre, esta es una de ellas.

Si me impresionaron mucho estás hermanas, mucho más me impresionó Lerma, nunca pude imaginar que unas jóvenes monjas de clausura fueran tan felices, estuvieran tan llenas. Al contemplarlas sientes que es algo sobrenatural, impasible ante el tiempo. Esas caras, todas resplandecientes, ¡vivas e infranqueables por el amor a Cristo!

Y mientras escribo estas letras, en mi cabeza me da vueltas una religiosa toledana de clausura de Toledo. La preguntaban sobre la ciudad, si no le daba pena no salir a recorrerla. Ella respondía con un famoso poema de Santa Teresa, y al final me doy cuenta de que todo lo que he observado en ellas es ese poema. Un poema que no es necesario que ellas lo digan porque lo viven, porque lo gozan, porque lo tienen, o como dijo Santa Teresa: “¡Sólo Dios basta!”

Alberto García Peñas

7/17/2006

¿Aún eres mí hermano?

Eran aproximadamente las nueve de la mañana, el sol ya se cernía sobre la ciudad del Túria. En una de las vías principales de la ciudad, en una esquina que apenas llamaba la atención el Padre Pablo se disponía a llamar a una casa. Un piso en el que algunos parroquianos suyos de EE.UU. estaban aguardando desde hacia días el comienzo del Encuentro Mundial de las Familias.

No tardaron mucho en abrir, y a la salida del ascensor ya nos estaban recibiendo. Entre saludos y comentarios, se podía observar un ambiente familiar pleno, entre la familia que acogía y la que estaba acogida. Parecía como si toda la vida hubieran convivido juntos, es más, como si fueran hermanos.

A la mañana siguiente, en el rezo de laúdes me vino a la cabeza ese gesto de hermanamiento. Empecé a reflexionar sobre aquellos primeros cristianos, que motivados por la segunda venida de Cristo se preparaban con entusiasmo, compartían lo que tenían y vivían como hermanos e hijos de un mismo Padre.

Es sencillo oír los domingos en misa la palabra hermanos, más fácil aún lo es decirlo con toda la naturalidad del mundo y no inmutarse ante su relevancia, ante su más fiel sentido y significado. De poco sirve acudir al diccionario, transmitir teorías o vivir relatos, si uno no se baña y no se empapa de la realidad y del sentido fiel que entraña la palabra: “hermano”. No hace falta ir a un convento, a un monasterio o ser religioso para comprenderlo, simplemente hace falta sentirse integrado en la familia humana, para comprender que todos somos hermanos.

¡Y es verdad que es complicado vivir abriendo puertas! Si no, no me hubiera llamado la atención tan admirable gesto. Pero todavía recuerdo esas palabras que decía Juan Pablo II “Abrid las puertas a Cristo, de par en par”, y cuando uno abre las puertas de su corazón es difícil que cierre las puertas de su casa, porque pueden querer entrar sus hermanos. O como aquellas vírgenes que esperaban a su Señor, y se quedaron sin aceite. ¡Qué no nos falte la caridad si el Señor llama a nuestra puerta!

Alberto García Peñas

7/14/2006

Al tomar la pluma

¡Llegó el momento! Uno se dispone a escribir, una idea clara ronda en mi cabeza. Pero esa idea que pretendo reflejar en el papel me resulta complicada... No sé cómo expresarla en pocas palabras. Me paro a pensar fríamente sobre ello, y cuantas más vueltas le doy, mayores dificultades encuentro. No sé qué hacer. Intento concentrarme para que nada me distraiga, para que todo lo que escriba tenga un sentido, un orden, una claridad de ideas. Y ahí sigo... ¡Se trata sólo de una noticia, lo sé! Pero quiero que cuando los lectores se acerquen a esas letras vibren con ellas, se entusiasmen. Quiero trasladarles la misma sensación que me causa escribir un poema. Y me voy a desgastar hasta conseguirlo. Poco a poco empiezo a sentar las ideas básicas y me doy cuenta de que sólo he intentado comunicar con mis amigos lectores una parte de mí. Algo que sólo está al alcance del que se conoce bien a sí mismo. Algo que para leerlo no basta con un borrador. Si quiero hablar sobre mí, debo darlo todo. Pronto escribiré mi primer párrafo...

La Dirección

7/13/2006

Nace: "El Areópago"

Comunicación y opinión: "El Areópago"
Dirección: A. Real, A. Gª Peñas y J.L. Panero
Para más información o para enviar artículos: elareopago_info@yahoo.es

Esta web no se hace responsable de los comentarios escritos por los usuarios. El usuario es responsable y titular de las opiniones vertidas.